lunes, 8 de enero de 2024

ALAN

Decir que Alan estaba eufórico era faltar al respeto al entusiasmo efervescente que lo sobrecogía. Alan se había criado, crecido y formado para ese día en concreto: Su primer trabajo como periodista acreditado para cubrir un evento de interés internacional, la presentación del videojuego REALIFE. Sus manos temblaban, su interior bullía de excitación, sus ojos eran una catenaria de estrellas, constelaciones y galaxias cimbreando en un mar de brea.

Toda la prensa especializada estaba allí, sintiéndose más o menos interesados por el evento. Allí estaba Alan Wagner de “Game Journal” y también desarrolladores como las hermanas Karlsson, creadoras del billonario “Into the Void”. La curiosidad se vislumbraba en sus expresiones algo escépticas. Lo que allí se iba a anunciar era una tecnología revolucionaria que iba a redefinir la industria, o eso se prometía. De qué manera o cómo, no se sabía apenas nada. Unos apuntaban a un paso más en la tecnología de realidad virtual, otros, a diferentes modos de juego, técnicas, gráficos revolucionarios, inteligencia artificial y más. A Alan le daba lo mismo. Era el hecho en sí de estar en un evento relacionado con el mundillo que tanto amaba lo que le tenía dando brincos. Miraba a un lado, reconocía a alguien, y se mordía el labio inferior para no tener que salir corriendo a pedirle un autógrafo.

Cuando faltaban unos minutos para el comienzo, Alan miraba casi sin pestañear, como si no quisiera perderse ni un solo instante. El escenario estaba todavía oscuro, pero en cualquier momento se iluminaría, sonaría una música estruendosa, y el presentador aparecería para desvelar por fin el misterio. Unas pantallas gigantes se adivinaban en la parte posterior del escenario, preparadas para descubrir REALIFE. De vez en cuando, Alan cambiaba el peso de su cuerpo de una pierna a otra, resoplaba, inhalaba aire, y seguía mirando mientras las rodillas parecían perder fuerza. Estar nervioso era, solamente, el corolario de la felicidad sublime que sentía.

Por fin, el escenario se iluminó. Tal y como Alan había vaticinado, una fanfarria de tintes épicos empezó a sonar por los altavoces, y las pantallas se iluminaron al unísono para mostrar las palabras REALIFE, escritas como si fueran bloques de metal.

Si el mismísimo Freddy Mercury hubiera regresado y aparecido sobre el escenario para interpretar viejas y nuevas canciones, Alan no se habría sentido más emocionado. Su boca formaba una expresión de asombro e ilusión, su mente funcionaba a toda velocidad, registrando cada momento en alta calidad para futuros revisionados nostálgicos. ¡Estaba allí!. ¡Realmente estaba allí, rodeado de todo el que era importante en la industria del videojuego, a punto de descubrir qué era realmente la tecnología REALIFE. Una lágrima rodó por su mejilla, cálida como un primer beso.

Los aplausos tronaron cuando el presentador apareció. Un invitado de excepción, por cierto, el famoso actor Jude Vargas, con la ceja levantada que le había hecho famoso. Vítores y risas a medida que el actor caminaba como un vaquero hacia el micrófono con las manos levantadas. Y luego, por fin, el silencio: Todo el mundo quería saber.

Alan no se atrevía a respirar. El corazón latía en el pecho a mil por hora.

Me habían dado un papelito con un montón de blahblahblah corporativo —dijo el actor— pero, ¿saben qué?. Me lo voy a saltar. Lo que ha hecho esta gente es tan alucinante, que quiero pasar directamente a enseñaros el producto. Señoras y señores, os presento… REALIFE. ¡Alan, sube aquí conmigo!

Alan pestañeó. ¡Por un segundo había pensado que se referían a él!. Estaba soltando una especie de suspiro de indulgencia para consigo cuando, de pronto, empezó a andar hacia el escenario. La sensación fue inexplicable: No quería andar, no había pensado en andar, y sin embargo, avanzaba entre la gente abriéndose paso hasta llegar al escenario. Su perplejidad no conocía límites.

¿Os mola la realidad virtual? —preguntó el actor mientras se colocaba junto a Alan poniendo ambas manos sobre sus hombros— ¡Oh, venga, estamos saturados de realidad virtual!. Todo lo que hacemos es introducirnos en mundos inexistentes para vivir aventuras, batallas, blah blah blah. Paragon Media hace lo contrario; no les llevamos a la realidad virtual, ¡Paragon Media trae la virtualidad a la realidad!. ¡Os presentamos REALIFE!. ¡Este hombre de aquí es uno de los personajes que podréis controlar para interaccionar con la realidad como si de una persona se tratase!

El público soltó una ovación de sorpresa y entusiasmo. Algunos aplaudieron. Los flahes de las cámaras enloquecieron. Las pantallas mostraron diferentes escenas de Alan conduciendo, cocinando, besando a una chica, saltando de un avión en paracaídas, avanzando por una especie de jungla con el rostro embadurnado de algo que parecía hollín.

Alan se balanceaba entre la confusión, la perplejidad y una sensación de asco que le estaba atenazando el estómago provocándole mareo. Quería mover los brazos, quería decir algo, pero no podía.

Hemos activado a Alan esta mañana —decía el actor con la ceja levantada —con toda una serie de recuerdos implantados. Por supuesto, le hemos hecho amar los videojuegos más que nadie —el público aplaudió entusiasmado— Habíamos pensado en llamarle Adán, como el primer hombre, ¡pero esta cosa pone alas a tus fantasías, así que Alan nos pareció apropiado!. ¡Alan cree tener un pasado, cree ser una persona real, y está más que dispuesto a vivir la vida que más os apetezca proponerle, porque ningún gráfico supera la vida misma, ningún simulador puede mejorar la vida real!. ¡REALIFE es vida, REALIFE es el juego!. Y ahora, amigos, ¿quién quiere manejar a Alan en esta experiencia piloto antes de que lo apaguemos al término de la presentación?

La multitud estalló enfervorizada. Los brazos levantados se balanceaban entre las cabezas visibles desde el escenario, erguidos como cruces en un camposanto.

Alan se sintió desvanecer.

No me apaguen, se decía, una y otra vez, cegado por los flashes de las cámaras.

Por favor, no me apaguen.

Porfavorporfavornomeapa

Carlos Sisi

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