Abogo por los ojos
que abrieron las fronteras
del sentimiento único.
Defiendo esa mirada
capaz de transgredir las gamas
de los poderes fácticos.
Sustento la belleza que genera
la obcecación del ser,
el fuego irreductible de la imaginación.
Creo en la independencia
de las más bellas artes del sentir,
los rasgos esenciales del desnudo,
la ambivalencia de las formas
que fijan e interpretan
dos realidades superpuestas,
un cruce de caminos
entre la incertidumbre y la ficción:
la condición, siempre mudable, de las personas y los días.
Marián Suárez
Para Natalio Grueso Centro Niemeyer Avilés
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