Hacia cierto momento de nuestra vida, cuando ya hemos aprendido suficiente basura que jamás deberíamos haber dejado ensuciar nuestro espíritu y nuestro cuerpo, nos damos cuenta de que el miedo es una constante en nuestra experiencia en la vida.
A muchos de vosotros puede sonaros raro, pues hay quienes no son gente con personalidad fóbica o miedosa, pero lo cierto es que alcanzada cierta etapa de la existencia, todos caemos en las redes de una ansiedad generalizada e inespecífica, en muchos casos llegando a crisis.
La
vida pierde ese sabor que tiene en los recuerdos de
nuestra infancia,
y todo adquiere un color gris bañado de melancolía,
culpa, incertidumbre,
inseguridad e inconformismo. Todo esto hemos de agruparlo en el
término “miedo”, que es tal vez la plaga mayor en la historia
de la
humanidad, pues ello es lo que más nos diferencia de todo el resto
de los seres vivos (que tienen miedo ante situaciones
amenazantes específicas,
a diferencia de nosotros). Sí, ello nos separa del resto de los
seres vivos mucho más que nuestra capacidad de caminar en dos patas
o las tan sobrevaloradas capacidad simbólica y autoconciencia.
El
miedo. No sabemos qué ha pasado, dónde ha quedado la magia, hasta
sentimos que tal vez nunca va a volver; todo está empapado de un
sabor amargo.
Esto no está simplemente en cada uno de nosotros, sino que se trata
de una fuerza que resulta del poder destructor de la mente egoica.
Sin
embargo, los cambios que se avecinan -y que en todos los niveles ya
comenzamos a palpitar- indican que este mal colectivo de
la humanidad,
dueño de un cuerpo propio, ha de desaparecer con la nueva era de la
humanidad, y ello no ha de venir necesariamente desde el interior de
cada uno, sino que la humanidad va a iluminarse, porque es lo que el
universo está pidiendo de nosotros. Está naciendo una nueva
tendencia, y con ello un nuevo mundo (esto es revelado en el nuevo
Testamento, en el
libro de las Revelaciones). Ya no nos identificaremos con este mundo,
con este nivel de realidad. No habrá ya miedo a la pérdida, porque
el placer
y el bienestar estarán definidos en nuestra mente de un modo
radicalmente distinto. Es la compasión verdadera lo que traerá el
nuevo mundo.
El nuevo mundo será tal que cualquier cosa que no sea paz ha
de desaparecer
en la luz de su capa exterior.
Estamos
en la puerta de la transformación profunda. Está comenzando y no es
una broma ni una forma de mesianismo. Es la era de lo simple y de la
conexión. No habrá dar ni recibir. Todo el mal es efecto de
la inconsciencia.
La conciencia en la totalidad actual, real, última, dará a la
humanidad la comprensión de que la ilusión del dolor y el miedo se
puede
deshacer con sólo la idea de deshacerlos. La clave es rendirse.
Rendirse a la fuerza que nos está llamando desde hace tanto tiempo.
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