© Laura Pintamonadas
A veces intentamos parecer quienes no somos. Nos disfrazamos, nos escondemos, nos camuflamos, nos operamos las tetas. Una amiga tiene que ponerse brackets. A mí me gustan los brackets. Dentro de ese mundo de prótesis, objetos y apliques con los que intentamos mejorar nuestro aspecto, los brackets son, sin duda, mis favoritos. Prefiero, por ejemplo, mil veces unos brackets a unas tetas de silicona.
Hagamos un ejercicio de imaginación, pensemos por ejemplo en alguien posando en bikini al comienzo del verano y luciendo sus tetas de mentira. ¿Qué vemos? Una lerda resistiéndose a aceptar el paso del tiempo haciendo la croqueta en la arena como si fuese una niña de siete años. Cambiemos ahora las tetas por brackets. ¿Magia, verdad? Ahora no solo parece que tiene una licenciatura en biología sino incluso un doctorado. Pues eso, que me ponen los brackets. Me dan morbo. Son la versión intelectual del piercing. No es normal, lo sé, hay quien dice que son como cuchillos que te apuñalan en el peor de los momentos pero yo no lo veo así. Una lengua, jugando con otra lengua con una verja electrificada de por medio. Quien la toque muere. Esa es la situación. El sexo y la muerte siempre hacen buena pareja y sino que se lo pregunten a David Carradine. O a los franceses que al orgasmo lo llaman petite mort.
El dentista le ha ofrecido a mi amiga la posibilidad de ponerse un aparato corrector para dormir en vez de los brackets. El dentista evidentemente no tiene ni puta idea de lo que está hablando. Un aparato corrector es lo peor. Es casi como una dentadura postiza. Te obliga a convivir con un humillante estuchito amarillo para guardarlo. ¿Y después de follar qué? ¿Le das un besito a tu pareja, te giras a tu mesilla y te pones el aparato que ya zolo te pedmite hablad como zi fuedaz mongui? Dentistas del mundo, el aparato nocturno es lo peor. El quita y pon nunca ha sido buena idea en el mundo de las prótesis y mucho menos ahora que tenemos al doctor Cavadas. Nunca me lo he hecho con alguien con prótesis, con alguien que, después de follar, se haya tenido que arrastrar hasta los pies de la cama para enroscarse la pierna de madera. Las piernas de madera son un antídoto para el sexo. No necesito más prótesis en mi vida sexual. Me basta con mis dildos, con Rocco y con Siffredi, que son mucho mejores que el actor y además no hay que darles conversación ni invitarles a una pizza.
Además los brackets son tendencia. David Delfín los lleva. Los lleva dorados, eso sí, que tienen un lado macarra, pero los lleva. Pero de eso no hay peligro, mi amiga es muy fina y nunca se los pondría dorados. Fijaos si es fina que tiene una novia que cuando va a un restaurante pregunta si hay consomé.
Publicado el 19 julio, 2011 a las 11:37 por Beta
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