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DE ENERO
Me
acaba de comprar una familia como regalo de Reyes. “Qué ilusión,
¿no?” Pensarás tú. “Una familia que te cuidará y te dará
cariño”, dirás tú. Pues pa tu culo un futbolín,
espabilao.
Llevo mucho tiempo en este criadero canino pegándome
la vida del tronista. Mi existencia hasta hoy ha consistido en
dormir, comer como un sabañón y chuparme el poloflán. Porque yo
alcanzo. Como soy un chihuahua tengo los ojos más grandes que los
huevos, pero voy largo de lengua. A veces me he quedado dormido y me
he despertado con el hocico pegado a la cataplasma, y he seguido
rebañando, porque tampoco había mucho más que hacer y me pillaba
de paso. Además no es vicio si no hay orificio.
Aparte de eso,
todos los días salía de fiesta con los colegas a oler cosas y
mearnos en ellas: el Tobi, el Géiper, Betún, Jorge Javier… Todos
de pura raza, nada de chusma callejera. Yo el pedigrí lo tengo ante
notario. Mi madre fue campeona de España de ir limpia y estarse
quieta. Dos veces. Luego conoció a mi padre y se acabó su carrera
de modelo porque no paraba de inseminarle cachorros. Así he salido
yo de raspapolla. El jefe del cotarro. A mí se me pone una pastora
alemana de espaldas y me subo a una banqueta si hace falta, pero esa
no se vuelve a casa sin que le funda el queso.
Pues eso, que yo
aquí era libre, sin horarios ni normas. Bueno, no me dejaban
acercarme a las caniches porque les tenía arrancada la peluca. Son
tan blanquitas, tan esponjosas, que es como hincarla en un merengue,
yo lo recomiendo mucho. Las dejaba tan despeluchadas que luego no
había quién las vendiera. Menudas fiestas me he pegado yo cotizando
a dos pezuñas en la mina caniche. Mira, se me erizan los vellos de
los muslos sólo de recordarlo.
Pero todo eso se acabó, es el
fin. Ahora estoy con un montón de gentuza de clase media, rumbo a
Dios sabe qué clase de barrio marginal, en el asiento trasero de una
furgoneta. Hay hasta una anciana roncando. Sólo nos falta la cabra y
el remolque con la churrería.
Por los menos mis amigos han venido
a despedirme mientras me alejaba. Más salaos… Géiper aullaba,
Tobi corría detrás de nosotros mordiendo las ruedas… Betún
estaba haciendo caca en una zanja y no se ha enterado de nada. Anda
estreñido últimamente. Todos me ladraban y yo también les ladraba
a ellos.
- ¡Folla mucho!
- ¡De tu parte!
- ¡Y ven a
vernos!
- ¡Cuando me escape de estos gilipollas!
- ¡Come
muchas zapatillas!
Empiezo una vida nueva. ¿Qué me deparará el
destino? ¿Habrá cojines suaves donde restregar el escalope? ¿Qué
me darán de comer? ¿Cuántas perras pasarán por mi charcutería?
Ángel Sanchidrián
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