lunes, 19 de febrero de 2024

DIARIO DE UN CHIHUAHUA

5 DE ENERO
Me acaba de comprar una familia como regalo de Reyes. “Qué ilusión, ¿no?” Pensarás tú. “Una familia que te cuidará y te dará cariño”, dirás tú. Pues pa tu culo un futbolín, espabilao.
Llevo mucho tiempo en este criadero canino pegándome la vida del tronista. Mi existencia hasta hoy ha consistido en dormir, comer como un sabañón y chuparme el poloflán. Porque yo alcanzo. Como soy un chihuahua tengo los ojos más grandes que los huevos, pero voy largo de lengua. A veces me he quedado dormido y me he despertado con el hocico pegado a la cataplasma, y he seguido rebañando, porque tampoco había mucho más que hacer y me pillaba de paso. Además no es vicio si no hay orificio.
Aparte de eso, todos los días salía de fiesta con los colegas a oler cosas y mearnos en ellas: el Tobi, el Géiper, Betún, Jorge Javier… Todos de pura raza, nada de chusma callejera. Yo el pedigrí lo tengo ante notario. Mi madre fue campeona de España de ir limpia y estarse quieta. Dos veces. Luego conoció a mi padre y se acabó su carrera de modelo porque no paraba de inseminarle cachorros. Así he salido yo de raspapolla. El jefe del cotarro. A mí se me pone una pastora alemana de espaldas y me subo a una banqueta si hace falta, pero esa no se vuelve a casa sin que le funda el queso.
Pues eso, que yo aquí era libre, sin horarios ni normas. Bueno, no me dejaban acercarme a las caniches porque les tenía arrancada la peluca. Son tan blanquitas, tan esponjosas, que es como hincarla en un merengue, yo lo recomiendo mucho. Las dejaba tan despeluchadas que luego no había quién las vendiera. Menudas fiestas me he pegado yo cotizando a dos pezuñas en la mina caniche. Mira, se me erizan los vellos de los muslos sólo de recordarlo.
Pero todo eso se acabó, es el fin. Ahora estoy con un montón de gentuza de clase media, rumbo a Dios sabe qué clase de barrio marginal, en el asiento trasero de una furgoneta. Hay hasta una anciana roncando. Sólo nos falta la cabra y el remolque con la churrería.
Por los menos mis amigos han venido a despedirme mientras me alejaba. Más salaos… Géiper aullaba, Tobi corría detrás de nosotros mordiendo las ruedas… Betún estaba haciendo caca en una zanja y no se ha enterado de nada. Anda estreñido últimamente. Todos me ladraban y yo también les ladraba a ellos.
- ¡Folla mucho!
- ¡De tu parte!
- ¡Y ven a vernos!
- ¡Cuando me escape de estos gilipollas!
- ¡Come muchas zapatillas!
Empiezo una vida nueva. ¿Qué me deparará el destino? ¿Habrá cojines suaves donde restregar el escalope? ¿Qué me darán de comer? ¿Cuántas perras pasarán por mi charcutería?

Ángel Sanchidrián

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