Consideraba el límite rebasado por completo.
Había aceptado sus creencias y soportado sus interminables sermones sobre la moralidad de sus actos.
Pero ahora, no contenta con atiborrar la casa de imágenes religiosas, se había arrogado la potestad de invadir mi dormitorio, tirando mis "inmoralidades" sustituyéndolas por sus horrendas versiones de todos los santos.
Beni
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