martes, 19 de marzo de 2024

LA CIGARRA Y LA HORMIGA

Érase una vez una cigarra, la Ylenia, que se pasaba el día tocándose el corchopán en el parque. La cigarra Ylenia no quería terminar la ESO ni llevar un currículo al Bershka para una media jornada. Ella sólo quería perreo y calimocho. Por la mañana se pintaba la raya del ojo hasta el hueso occipital, se ponía unos pendientes como los columpios de dos cacatúas y no volvía a casa hasta la hora de la cena.

Siempre estaba con su novio, el grillo Lenin Báiron, que era filósofo callejero y compositor de reguetón. En su Facebook ponía que había estudiado en la universidad de la vida. También había compuesto un tema, el “cri, cri, sabrosura”, que la Ylenia bailaba perreando en una maceta dando palmas con los leggins.

Un día estaba la Ylenia tumbada en el césped, escuchando al Daddy Yankee en el móvil sin auriculares, cuando pasó frente a ella una hormiga que volvía agotada a su casa después de una dura jornada de trabajo.

- ¡Adónde vas con este calor, somiérdago! – le dijo la cigarra.- Que aquí tirao se está mazo de lujo con los colegas. 
- Vengo de trabajar – contestó la hormiguita.
- Buá, chaval, qué pringá.
- ¿Acaso tú no trabajas?
- Trabajar pa qué, si mis viejos me dan pasta. Yo me voy a operar las antenas para ponérmelas más gordas y me voy a ir al Gran Hermano a petarlo. Y luego a Cucarachas y cigarras y viceversa.
- ¿Esas son tus aspiraciones? – le preguntó la hormiga.- Vergüenza me daría a mí.
- ¡Que me comas el coño, flipá! Yo soy la reina de las tarimas, ¿te enteras? – dijo la Ylenia chascando los dedos y estirando los labios.

La hormiguita siguió caminando hacia su casa pensando que si esa tenía que pagarle la pensión en un futuro, lo llevaba claro, y que más le valía ponerse a ahorrar para su jubilación.

Así continuaron las cosas durante meses. Cada vez que la cigarra Ylenia la veía volver a casa después del trabajo, se reía de ella, le tiraba las cáscaras de pipa y le azuzaba al rottweiler.

Pero un día a la cigarra sus padres le quitaron la paga y la echaron de casa. Ella entonces, viéndose en la calle, fue a casa de la hormiga y tocó su timbre.

- ¿Quién es? – preguntó la hormiguita.
- La Ylenia.
- ¿Qué te pasa?
- Mis viejos, que se han mosqueao.
- Y a mí qué me cuentas.
- Déjame un euro para una litrona, tronca.
- Ni hablar.
 
- Venga, tírate el rollo, que no es pa porros.
- Tanto que te reías de mí por tener que ir a trabajar. ¿Y ahora qué? Ahora te las apañas tú sola.
- ¡Te vas a cagar, payasa! ¡Como te pille te reviento!

Y así, la cigarra Ylenia se fue a casa del Lenin Báiron a ver si podía quedarse allí a dormir hasta que se pasara la movida mazo chunga.

Moraleja: si estás todo el día sin hacer nada, por lo menos no toques los huevos.

-Ángel Sanchidrián

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