Un pescador, vecino de Bilbao,
Cogió, yo no sé dónde, un bacalao.
“¿Qué vas a hacer conmigo?”.
El pez le preguntó con voz llorosa.
Él respondió: “Te llevaré a mi esposa:
Ella con pulcritud y ligereza,
Te cortará del cuerpo la cabeza;
Negociaré después con un amigo,
Y si me da por ti maravedises,
Irás con él a recorrer países.”
“¡Sin cabeza! ¡Ay de mí!”, gritó el pescado.
Y respondió el discreto vascongado:
“¿Por esa pequeñez te desazonas?
Pues hoy viajan así muchas personas.”
Juan Eugenio Hartzenbusch
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