Al
cumplirse 30 años de su muerte, aún inspira el legado de Rodríguez
de la Fuente
ISABEL P. DEL PUERTO (EFE) / M
Personaje
clave en la lucha por la conservación de nuestro patrimonio natural
en los años 60 y 70 del siglo pasado, Félix Rodríguez de la Fuente
continúa siendo, al cumplirse 30 años de su muerte, un referente
mundial de la protección del medio ambiente.
Su
ingente trabajo, íntimamente vinculado a la divulgación en los
medios de comunicación, sobre todo en televisión, despertó muchas
vocaciones en unos niños y jóvenes que ahora, ya en la madurez, se
dedican profesionalmente a la investigación, la conservación o la
divulgación ambiental.
Hoy
se cumplen 30 años del trágico accidente aéreo que, en los hielos
de Alaska, acabó con la vida de quien mostró a los españoles de
entonces cómo vivía el lobo o el lince ibérico, cómo las nutrias
desaparecían de nuestros ríos o cómo el águila imperial,
majestuosa, atrapaba a sus presas. El 14 de marzo de 1980 Félix
Rodríguez de la Fuente se encontraba en Alaska junto a su equipo de
El Hombre y la Tierra, el programa que semanalmente se asomaba a las
pantallas de TVE y que él dirigía y presentaba, para tomar imágenes
de la Iditarod Trail Sled Dog Race, la carrera de trineos tirados por
perros esquimales más importante del mundo.
Aquel
día, en el que Félix cumplía 52 años, el equipo de rodaje era tan
numeroso que para su traslado fueron necesarias dos avionetas. Al
poco de despegar, y dado que los dos aparatos volaban a escasa
distancia, Miguel Molina, cámara de Televisión Española, fue
testigo de la tragedia. «Le dije: Tony (el piloto del aparato),
acaba de caer una avioneta. Se derrumbó sobre los mandos al darse
cuenta de que era su amigo y compañero el que había caído»,
recuerda.
Nunca
se han conocido con claridad los motivos del accidente que costó la
vida a Rodríguez de la Fuente, al piloto de la avioneta, Warren
Dobson, al cámara Teodoro Roa y a su ayudante Alberto Mariano
Huéscar. «Pudieron ocurrir mil cosas», cuenta Miguel Molina, que
trabajó con Félix durante cinco años. «Estábamos -continúa su
relato- acostumbrados a hacer locuras para conseguir las mejores
imágenes». El accidente se conoció en España un día después. La
noticia conmocionó a todo el país.
Miguel
Molina habla de Rodríguez de la Fuente con admiración y respeto, y
lo define como «un niño grande» que, aunque tenía un carácter
«fuerte» y «muy exigente» era, al mismo tiempo, un hombre «muy
ameno y divertido» que «no hacía más que preocuparse por la
naturaleza» y que murió en un momento «muy especial» de su
vida.
Asegura
que a Félix le costó «mucho llegar profesionalmente donde estaba»
y que, a pesar de las dificultades que encontró, era un «luchador»
que no reconocía «nunca» la posibilidad de la derrota. Por eso,
añade, «si viviera ahora estaría aterrado» con lo que
ocurre.
Los
que le conocieron señalan que fue un adelantado a su tiempo, y
destacan que sus ideas sobre conservación abarcaban todos los
aspectos del ecosistema, consciente de la importancia de mantener un
equilibrio para el cual todas las piezas son imprescindibles.
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